viernes, 6 de julio de 2007

La voz de la muerte se oía en los cerros

TLACOTEPEC DE DÍAZ, Pue.— Judith Limón Rodríguez, secretaria de este ayuntamiento, dice que debe saberse la verdad porque es su gente y le duele. La mañana del derrumbe que aplastó al autobús de pasajeros, no le creyeron cuando informó a Protección Civil de Puebla.
En esta cabecera municipal, donde hay siete familias dolidas, en una casa al pie de una montaña, dos abuelas lloran frente a tres ataúdes grises en los que yace un matrimonio con su niño de seis años muertos. Pero lo que más las hace llorar no son los difuntos, sino los otros cinco hijos que dejaron Gregoria y Heriberto.
Se estima que el derrumbe mató a más de 50 pobladores. Por la radio de banda civil, el contralor municipal, Guillermo Rodríguez, pregunta en qué número de muerto se quedaron. Judith responde que en número 25. La voz del otro lado de la desgracia le dice que apunte al 26, a Martín Huerta Adán. El 27 Alvino Montalvo. El 28 Eloy González Patricio. Así hasta llegar a 32.
La carretera bloqueada les ha ayudado a ir y venir en un día a Tehuacán para cubrir sus necesidades. Apenas dos años antes, tenían que ir a Córdoba e invertir dos días. Pero no sólo presionaron para que el gobierno se las contruyera, en 2005 se advirtió al gobernador Mario Marín de los riesgos. “Han ocurrido deslaves y derrumbes trayendo consigo que se tape la carretera y un carril cortó el tráfico, teniendo el riesgo que tengan accidentes las personas que nos visitan y los habitantes del mismo municipio”, le escribieron en una carta.

Hora fatídica
El camión había salido casi a las seis de la mañana, en una región en la que todos los habitantes bajan de las comunidades para viajar a Tehuacán. Estudiantes, maestros, campesinos y familias que irían a la escuela y a comprar su mandado en la ciudad poblana. Dicen que iba lleno.
Ahora, la muerte ha movido a todo el municipio. Los familiares de los muertos bajan de las comunidades poblanas de Ojo de Agua, la Guacamaya, Zacatilihuic, la Cumbre, Agua Azul y Zacapetec del Bravo. Y Tezonapa, Veracruz.
Poco después del derrumbe, una persona habló a la caseta y avisó al síndico, Ramiro Castro. Judith Limón apenas llegó a la presidencia llamó. Eran las 8:30 horas del miércoles cuando alertó a Protección Civil. “¡Necesitamos apoyo, maquinaria para poder sacar a la gente!”. Alguien le dijo que ya sabían, que ya se estaban haciendo cargo y le pidió no hacer mucho alboroto. Veinte minutos más tarde, la respuesta fue que ya habían enviado un helicóptero con paramédicos.
Las campanas de la cabecera municipal de Tlacopetec de Díaz repicaron. La población respondió. Una camioneta de la policía municipal viajó hacia el lugar del derrumbe con 10 hombres y 10 palas. Otras dos camionetas de redilas le siguieron minutos después. El pueblo envió una retroexcavadora. Judith siguió insistiendo con Protección Civil.
Dieron las 11:00 horas y la gente en el pueblo se desesperaba. Presionaban a Judith que llamaba por radio y por teléfono satelital a las comunidades para avisar a familiares. La voz de la muerte comenzaba a rebotar por los cerros. Los habitantes se acercaban a pie porque no había de otra.
Pasaban de las 11:00 horas cuando el regidor Ángel Rodríguez informaba a Judith que aún no había llegado ayuda. Ella, por iniciativa propia habló a Protección Civil federal. Después en la estatal le dijeron que ya les habían informado desde México. “Hasta ese momento me dijeron que ahora sí habían mandado a alguien. Hubo negligencia, tengo mucho coraje. No me hicieron caso, o sea que me habían engañado”.

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